lunes, 10 de noviembre de 2008

“RSE, clave para la supervivencia"


El propietario de Avianca, Germán Efromovich, es uno de los más importantes empresarios latinoamericanos. Brasileño, pero también colombiano, puesto que en meses anteriores adquirió la doble nacionalidad. Es colombo-brasileño, en definitiva. Ahora bien: ¿cuál es su visión de la responsabilidad social empresarial, la cual sería por tanto una visión no sólo local sino regional e incluso internacional, dadas sus cuantiosas inversiones en diferentes países? ¿Cuál es? Ante la pregunta, planteada por este diario en las oficinas de la presidencia de Avianca en Bogotá, precisa su visión de la RSE. “Es una necesidad”, dice. “Es como respirar el aire, clave para la supervivencia empresarial”, explica.

Y a continuación pone los puntos sobre las íes, con la seguridad característica de un exitoso hombre de negocios. Entramos, pues, en materia.

Más que ganancias
Acepta, sí, que todavía algunos empresarios consideran, de manera equivocada, que el único propósito de su actividad y de la misma empresa es generar utilidades, por lo cual se concentran en los aspectos financieros, dejando a un lado los de carácter social porque piensan, también en forma errada, que esto no es asunto suyo sino exclusivo del Estado.
“Pero, quienes juzgan así no son muchos y cada vez son menos”, aclara mientras insiste en que acá se requiere un fuerte proceso de concientización empresarial para que lo social, incluido lo ambiental, forme parte de las operaciones diarias, rutinarias, de las compañías, como la planeación estratégica. “Pocas personas tienen ese alto grado de concientización”, admite aunque destaca que las propias disposiciones legales, por ejemplo en materia ambiental, las obliga cada vez más a tomar conciencia y a actuar con responsabilidad social, sin la cual –advierte- las empresas no sobreviven. Y vuelve sobre el tema de las utilidades, siempre al oído de sus colegas. “Claro que toda empresa debe generarlas, pues de ello depende no sólo que subsista en el mercado sino que pueda desarrollar sus programas de responsabilidad social”, sostiene con evidente sentido común. En su opinión, las utilidades no son suficientes aunque sean necesarias. “Los empresarios no podemos ignorar nuestra responsabilidad social”, observa al tiempo que subraya los mandatos de ley a que antes hizo referencia, aquellos que tampoco bastan según él para cumplir con dicha responsabilidad. “La RSE va más allá de la ley”, asegura, haciendo eco a criterios propios de los expertos.

¿Y la filantropía?
La responsabilidad social –añade con su típico acento brasileño- también da utilidades, siendo rentable para las empresas, según lo ha podido comprobar en sus numerosas compañías alrededor del mundo. Son rentables, en efecto, los programas que elevan la calidad de vida de los empleados, quienes en consecuencia aumentan su productividad y hasta el consumo en beneficio del mayor crecimiento económico. Y ni para qué hablar de programas para la comunidad, que mejoran el entorno donde se desenvuelve la actividad empresarial. “Es lo que sucede en Colombia”, comenta en alusión a la gravedad del conflicto armado que obliga a los empresarios, cuyas inversiones requieren seguridad, a ser solidarios de tiempo atrás, por lo general con un profundo espíritu filantrópico que es modelo en toda América Latina. Lo cual le permite, además, establecer una nueva distinción, aclarando que la filantropía tampoco es suficiente, aunque sea necesaria, para la responsabilidad social empresarial, cuya más moderna concepción parece manejar al dedillo. La filantropía –explica- es una donación, y la RSE, en cambio, no se limita a la donación, que es fruto de la caridad; aquella viene de los empresarios o propietarios de empresas, precisamente por su sentido filantrópico, mientras ésta es –o debe ser- un compromiso de la empresa en su conjunto, de directivos y empleados, igual que cuando se adoptan sistemas de calidad.

La responsabilidad social, en fin, es una estrategia corporativa, fundamental –repite- como la generación de utilidades, en el marco del plan estratégico y con programas específicos, dirigidos a sus diferentes grupos de interés, que deben contar asimismo con presupuesto propio.

Capital y trabajo
¿Lo anterior es quizás mera retórica? ¿No lo es la responsabilidad social empresarial en la práctica, pues en ciertas empresas se violan los más elementales derechos laborales, sin el menor respeto por la dignidad de sus trabajadores? “¡No!”, contesta en forma tajante, contundente. Y aduce, para justificar su negativa tras reconocer que los procesos de RSE avanzan en forma gradual, que han sido notorios los avances de las relaciones laborales en los últimos siglos. En la época de la Revolución Industrial –comenta- dichas relaciones eran prácticamente de esclavitud, de verdadera servidumbre, mientras ahora, al menos en los países regidos por la democracia, existen regulaciones laborales muy estrictas, protegiendo en gran medida los derechos del trabajador. Más aún: el respeto por esos derechos se ha vuelto algo natural, rutinario, en las empresas, adonde a nadie se le ocurre que los empleados cumplan horarios excesivos, no tengan días de descanso o carezcan de planes de salud, beneficios que muchas veces trascienden a los ordenados por la ley. “Muchas empresas lo hacen, por responsabilidad social, sin que estén obligadas a hacerlo”, afirma con satisfacción y en nombre, si se quiere, de los empresarios latinoamericanos que él representa. Y es que si no lo hacen –advierte por enésima vez-, sus compañías estarán condenadas a desaparecer por su correspondiente pérdida de competitividad en los mercados. En síntesis, asegura que la RSE ha mejorado las relaciones entre el capital y el trabajo, tanto que los empleados generan un mayor sentido de pertenencia, al cual en ocasiones le dan más valor que al mismo salario o la posición que ocupan.

Colofón
Al término del diálogo con LA REPUBLICA, Efromovich vuelve sobre sus tesis en defensa de la responsabilidad social empresarial: genera utilidades, da más valor y, por ende, es un buen negocio, no un gasto sino una inversión, cuyos beneficios saltan a la vista.
“Si los empresarios no tienen la disposición natural para ser responsables socialmente, ¡que hagan cuentas!”, es su mensaje final.

Alianzas estratégicas
Según Efromovich, su responsabilidad social como empresario se practica en las diversas empresas de su propiedad, las cuales tienen programas en RS según planes estratégicos y con presupuestos definidos. Desde Avianca (cuyos programas se expusieron en anterior edición de esta separata) hasta sus inversiones en el sector petrolero colombiano, de Puerto Gaitán a Villavicencio, con escuelas, hospitales, mejoramiento de vías…, por lo general en alianzas estratégicas con entidades públicas y privadas, fundaciones y ONGs, alianzas que no duda en recomendar. Tales programas –aclara- deben concebirse de acuerdo con las necesidades de cada región, no que haya un modelo único, igual para todos. “En Sao Paulo no es necesario hacer escuelas u hospitales, porque ya existen, sino más bien apoyar los programas de capacitación técnica, especializada, a personas de pocos ingresos”, explica.

Concentración de riqueza
Si la RSE está en boga a nivel mundial, aún en los países desarrollados, ¿cómo no estarlo en América Latina, cuyos problemas sociales (pobreza, desempleo, violencia…) son de enormes proporciones, en perjuicio de vastos sectores de la población? “Así es”, asegura Efromovich, quien reclama, con su autoridad como líder empresarial por excelencia, el ejercicio de la responsabilidad social en las empresas, sin excepción. No obstante, acepta que falta todavía mucho camino por recorrer en la región, por ejemplo para que el mayor crecimiento económico de nuestros países en los últimos años beneficie a toda la comunidad, no sólo a unas pocas personas en virtud de la desigualdad reinante y la alta concentración de la riqueza. Pero, celebra que estos problemas sociales sean menores por el buen comportamiento de la economía, según se observa incluso en Colombia, donde el aumento del PIB ha contribuido a reducir la pobreza, el desempleo y los índices de criminalidad, con mejor calidad de vida, más inversión y más consumo. “Aunque nos falta mucho, acá lo que veo es avances, no un retroceso”, sentencia.

Autor: Jorge Emilio Sierra Montoya, director Diario La República. Tomado de La República, Jueves 6 de Noviembre de 2008. Mayor información sobre RSE ver www.fortalecerse.org

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